miércoles, 15 de abril de 2009

Joey Ramone y el punk rock. La rebeldía de ayer y hoy

Hace ocho años fallecía en un hospital de Nueva York, a los 49 años, Joey Ramone, el histórico vocalista del grupo The Ramones. En 1995 se le diagnosticó cáncer linfático, y pese a que la banda estaba en retirada, él siguió trabajando arduamente junto a otros músicos, haciendo presentaciones en público, sobre todo con amigos como Daniel Rey (guitarrista, compositor y productor), Joan Jett, Jerry Only (bajista y cantante de The Misfits), entre varios otros.

The Ramones marcó un quiebre en la historia del rock, sólo por debajo del producido por la aparición de los Beatles: la escena fue tomada por transgresores de su época, personas que veían en su cotidianeidad historias que merecían ser contadas. Comprendieron que la música era una esfera más de sus vidas, y que para expresarse no necesitaban ser grandes intelectuales, ni artistas de renombre, ni desbordar con talento en cada canción. Sin duda alguna, el rock dio un giro de 180 grados en la década del ’70, y mucho tuvieron que ver los Ramones. Se pasó del conformismo, de la música masticable, políticamente correcta, a la explosión eléctrica de tres acordes, temas de dos minutos, letras con ironía, agresividad, humor, drogas, amor, violencia, todo en un poderoso cóctel musical. El punk rock había emergido para salvar al rock and roll de la monotonía a la que parecía condenado.

Desde sus orígenes, el punk rock es vinculado con la rebeldía, sobre todo con la juvenil. En aquella época de crisis económica internacional (por el alto precio del barril de crudo), el desempleo aumentaba, el paradigma de producción fordista quedó en jaque y el Estado de bienestar fue sepultado. El gobierno inglés llevaba a cabo el pago de seguros de desempleo, como parte de la política de seguridad social. Muchos de los afectados eran jóvenes de la clase obrera, que no conseguían trabajo, y veían un panorama poco esperanzador en sus vidas. No es sorprendente entonces que los grupos más radicalizados hayan surgido precisamente en Inglaterra. Varios de los futuros integrantes de las bandas punks de dicho país compraron, justamente con el escaso dinero del seguro de desempleo, algo de ropa e instrumentos baratos. Tenían la fuerte necesidad de expresarse, de ser la generación protagónica de su época. El descontento era inocultable, la furia era moneda corriente, mal que le pesara a la reina Isabel. Las letras, ácidas y críticas, con mayor lucidez en unos y menos en otros, eran incómodas. La forma de tocar y el sonido característico del género eran una herejía. Pero, en honor a la verdad, existieron grupos desastrosos que sólo pensaban en consumir lo que fuese, y “su rebeldía” limitaba entre lo panfletario y lo cosmético. Otros, en cambio, empezaron a cuestionar abiertamente al sistema, le pusieron nombre y apellido a los culpables de la injusticia, por ejemplo los londinenses The Clash.

Las clases dominantes veían con asco la proliferación de grupos, conciertos, revistas, programas, publicaciones alternativas como los fanzines; la derecha, escandalizada por la ola “subversiva” de vagos pendencieros, se lanzó contra ellos en varios frentes. El primer lugar de batalla, por supuesto fue el territorio de los punks: las calles. Para eso, como siempre, contaron con la policía. Reprimían salvajemente a cuanta cresta se encontraran, eran habituales los enfrentamientos en los recitales, y los medios ya tenían el discurso armado: “los jóvenes revoltosos consumen estupefacientes, son delincuentes, violentos”. Simultáneamente, intentaron deslegitimarlos ante la opinión pública recurriendo al discurso ciudadano. Se los presentaba como vividores de la ayuda del Estado, es decir, de todos. Argumentaban que los fondos de seguridad social eran los que solventaban la “vagancia de los jóvenes” (lo mismo que dice la derecha argentina respecto a los piqueteros, sin hacer autocrítica del clientelismo político). La represión llegó al punto de, por ejemplo, prohibir los conciertos de los Sex Pistols “en tierra firme” (recordar cuando protagonizaron el famoso incidente, es decir, cuando fueron reprimidos por tocar en un barco). Posteriormente comenzó el período de Margaret Tatcher al frente del gobierno inglés. Consecuente con el modelo neoconservador del cual era fiel representante, la “dama de hierro” modificó aspectos de la seguridad social, realizando los pedidos que la derecha hacía. La ofensiva fue político-económica. Es decir, con un marcado contenido de clase.

A todo esto, ¿qué hacían los Ramones en 1974, cuando nacieron como grupo? Estudiar, trabajar, fiestas, drogas, alcohol, ir a recitales de los New York Dolls, deleitarse escuchando a Iggy Pop & The Stooges... y ensayar sus propias ideas. Con tantos años a la distancia, el panorama es más completo: Dee Dee era alemán, criado en la segunda posguerra mundial; Johnny, descendiente de familia italiana, odiaba a John Fitzgerald Kennedy y prefería a Richard Nixon; y Joey era el “hippie” de la banda, el que tenía ideas un poco más claras. Todos tenían en común un gran sentimiento patriótico, de fervor por Estados Unidos, y odiaban a Rusia. En el marco de la denominada “Guerra Fría” o “Tercera Guerra Mundial”, el grupo utilizó como logotipo una variante del sello presidencial yanqui a modo de broma (el águila, sólo que sosteniendo un bate de béisbol y una rama de manzano), y llegaron a titular su tercer disco “Rocket to Russia” (Cohete a Rusia).


Los Ramones eran parte de la efervescente rebeldía punk de aquellos primeros años. No obstante, siempre se jactaron de ser distintos a sus pares ingleses; decían que no había que cantar sobre problemas ni de política porque eso amargaría al público y que había que divertirse y distraer a la gente. Pero en los ’80 se produce un pequeño giro político, y en esto mucho tuvo que ver Joey. Fue un duro crítico de la MTV en sus comienzos. En 1981 editan el álbum “Pleasent Dreams”, donde incluyeron un tema que se convirtió en clásico: “The KKK took my baby away”, una metáfora que utilizó el frontman para referirse a Johnny Ramone. La historia es real, la chica en cuestión era una novia de Joey, quien acompañaba al grupo en las giras, trabajaba con el equipo técnico. Todo bien hasta que ella lo cambió por Johnny. Por lo tanto, Joey no se refería a la banda terrorista de extrema derecha Ku Klux Klan, sino que era una crítica personal, sentimental, y al mismo tiempo, ideológica, sobre el entonces guitarrista.

Posteriormente, Joey comienza a relacionarse personalmente en actividades de beneficencia, y empieza a hacer sus primeros pasos en militancia por los derechos humanos: mayores libertades para las mujeres, oposición y denuncia del apartheid, defensa de las minorías, críticas al gobierno, participación en espacios alternativos, el medio ambiente (tema que estuvo presente desde los ’80 hasta la separación del grupo), lucha contra el SIDA, son sólo algunos de sus actividades. Colaboró en una canción para el álbum Sun City, la cual recibió elogios del mismísimo Nelson Mandela. Uno de los momentos más destacables en cuanto a su creciente visión madura de la política es cuando le dedicó “Bonzo goes to Bitburg (My brain is hanging upside down)” al entonces presidente estadounidense, el republicano Ronald Reagan, debido a la indignación que le produjo ver por televisión al ex actor depositar una corona de flores en una tumba de soldados nazis.

Los años ’90 son la época más intensa de participación política para Joey. Forma con músicos amigos como Andy Shernoff, Al Maddy, Daniel Rey y Marky Ramone, el grupo The Resistance, de vocación antifascista. Integra el proyecto Rock the Vote, defiende los derechos para las mujeres públicamente, critica a la derecha en el gobierno, y avanza en llevar un mensaje más sólido y consciente al público habitual. En 1992, el disco Mondo Bizarro, una joya de los Ramones, se vende bastante, y define nuevos puntos de vista dentro del grupo. La canción que abre el álbum, titulada Censorshit, es una fuerte crítica a la iniciativa de poner los famosos stickers con las palabritas “Advisory Explicit Content”. Además, Joey escribió sobre los homeless (los sin techo), la grave contaminación ambiental, el gran déficit económico en su país, el fascismo que atañe a un sector numeroso de la sociedad...

Cuando el fin del grupo ya estaba decidido, en 1995 le es diagnosticado a Joey el cáncer linfático. Pese a su cada vez más frágil estado de salud, continuó participando en recitales y actividades benéficas, siendo un duro crítico de la derecha estadounidense, relacionándose en eventos por los derechos humanos, y se dedicó de lleno a grabar su álbum solista, Don’t worry about me, el cual, desgraciadamente, es póstumo, vio la luz casi diez meses después de su muerte.

A esa altura, Johnny Ramone se había afiliado al Partido Republicano. Apoyó a Bush, posteriormente incluso se pronunció a favor de las invasiones yanquis, y además se sumó a la Asociación del Rifle (rejunte de fachos pro mano dura). C.J Ramone, quien había sido marine en los ’80, siempre fue de la derecha dura, apoyó a los gusanos de Miami, también a favor de la legalización de tenencia de armas para “defenderse de los delincuentes”. Marky era el único que compartía muchas posturas de Joey.

Sólo quise resaltar estos aspectos de Joey, con los cuales simpatizo, en contraste con muchos charlatanes o lúmpenes que poco y nada hicieron por jugársela por quienes los necesitaban (por ejemplo Sid Vicious y el señor Johnny Rotten, entre otros). Se le podrá achacar que los Ramones tocaron una vez a beneficio de la policía, que hizo un recital exclusivo para gente de la CNN (por el tema Maria Bartiromo, dedicado a una conductora de un programa de dicha cadena), que aceptó tener buenas relaciones con MTV en los ’90 (claudicación a cambio de espacio televisivo), que inclusive llegó a tener acciones en la bolsa, y varios argumentos más. Eso es totalmente cierto. No pretendo convertir a Joey en la versión estadounidense del Che Guevara. Sólo quise valorar el legado más positivo que nos dejó a quienes crecimos escuchando su voz, con el corazón lleno de energía, viviendo al ritmo de sus frustraciones, miedos, ilusiones, amores. Esas pasiones ya son parte de nosotros, y no lo olvidaremos nunca.

Martín Godoy – Secretario General del Partido Comunista de Villa Mercedes

1 comentario:

  1. los sex pistols malentendian el significado de anarquia como "caos" y "no futuro" ellos nunca quisieron cambiar nada, la primera banda de punk que se involucro de manera seria con el pensamiento anarquista (bakunin, kropotkin etc...) y las cuestiones sociales fue crass, aunque ya habían otras bandas que no eran anarquistas pero si activistas sociales como the clash y los dead kenedys.igual ser punk y ser antifascista o anarquista no son lo mismo, ningún punk esta obligado a politizarse o a ser antifascista o anarquista para ser punk y viceversa.

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