viernes, 29 de mayo de 2009

A trabajar por el programa y la alternativa política

(Editorial de Nuestra Propuesta del 21 de mayo de 2009)

C
omo cualquier hecho político, las elecciones son además una batalla ideológica, aunque no se discutan las alternativas que aluden a las necesidades de base de la sociedad. De hecho, casi no se han escuchado análisis sobre la crisis internacional, determinante para el reconocimiento de los retos actuales de nuestro país.

Se comentan las caricaturas de los políticos en un programa de televisión, se critica la crispación del discurso gubernamental, porque para la comandancia mediática son preferibles los tonos de perfecto acorde, se trata de que no se alteren los ánimos, ya sean del rey de España o de Obama, para lo que no se han de tocar sus intereses. En realidad se esta buscando masa crítica para dejar la Unasur, volver a las afjp, eliminar las medidas contrarias a la flexibilización laboral, retroceder en las reestatizaciones, volver al Alca, acrecentar la deuda.

Las elecciones de junio se presentan entonces, bajo el signo de una ofensiva de los sectores de derecha y una notoria crisis de alternativa de las izquierdas.

El Partido Comunista presenta listas en veinte distritos electorales bajo denominaciones y frentes variados que contienen cada uno de ellos, en parte, los distintos enfoques de las izquierdas entre las que aspiramos a un acercamiento. Por esta razón, durante el proceso electoral y luego de éste deberá existir una insistente iniciativa para llevar a cabo esa unidad.

La lucha electoral ha de cargarse de contenido en dos sentidos principales, la propuesta político programática que el PC dio a conocer en marzo pasado y la promoción del debate acerca de la fuerza política a construir que pueda representar al sujeto social que necesita cambiar a fondo la situación.

En cuanto a programa proponemos la integración latinoamericana, la distribución de la riqueza, la recuperación del patrimonio nacional y la urgente y efectiva promoción de todas las formas de economía popular y social.

Postulando la creación de mecanismos de integración que tiendan a unificar económicamente la región con articulaciones laborales, cognitivas, productivas, desarrolladas en cada país, podríamos atemperar los efectos de la megacrisis que sufre el mundo.

Con la distribución de la riqueza, es decir, con el aumento de los salarios, las jubilaciones y pensiones para todos, con una verdadera reforma impositiva, con instrumentos estatales que permitan orientar y controlar el comercio exterior de granos, carnes y energía, de modo tal que la renta de la tierra y el subsuelo no sea objeto de la especulación financiera y factor de poder de los grupos económicos, se permitiría el bienestar popular, la igualdad, la justicia y la soberanía nacional.

Con la recuperación de la plena soberanía del Estado sobre el patrimonio nacional enajenado y nuestros recursos naturales, lograríamos poner a disposición de un desarrollo nacional armónico, y disfrutable por todo el pueblo, la renta de la cual hoy se apropian en su mayoría monopolios extranjeros que trasladan sus grandes ganancias a las metrópolis del norte.

Con enérgicas medidas de promoción de la economía popular y social, desarrollando líneas de crédito, ventajas impositivas y un plan sistemático de promoción tanto del mercado interno como externo, decidido apoyo a las cooperativas tomadas como el vasto movimiento que son, impulsándolas como aporte a una nueva cultura de producción social en nuestro país. Con la potenciación de las empresas recuperadas y administradas por los trabajadores a partir de la crisis del 2001. Con la modernización del sistema productivo, un sólido plan de obras públicas, entre otras medidas se lograría la recuperación de la plena capacidad de decisión nacional sobre las palancas claves de la economía.

Estas medidas constituyen de un programa de acción que debería surgir del debate democrático y plural, entre todos los que están comprometidos con una salida nacional, popular y antimperialista a la crisis mundial que nos golpea.

Estamos ante la oportunidad histórica de superar las divisiones estériles y secundarias que han impedido, una y otra vez, la elaboración de un programa común, base de una fuerza popular, nacional, patriótica y antimperialista cuyo objetivo sea la concreción de una alternativa de gobierno y de poder para alcanzar la libertad, la dignidad y el bienestar que como pueblo merecemos.

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